“Ellos son dos por error,
que la noche corrige”
Eduardo Galeano
Desarmaron esa cama en melodía, que ese loco director de orquesta sobre
el respaldar dicto en semicorcheas. Se buscaron, se perdieron, se incineraron
en la oscuridad. Sus manos tibias se entrelazaban, salvándose, huyendo...
-Susurra
-¿Qué?
-Shh, susurra
-¡Déjame dormir!
-Ahí está, ahí fuera...pero no entrara, no se dejará estar a solas con
nosotros. ¿Dee dee, donde estas? ¡¡Dee dee!!
La noche en su intranquila calma, tic toc, el reloj, tic toc, tic toc, la
busca, la busco, en esta desesperada-lúdica carrera. No hay interruptores de
luz, solo la percepción de los ojos ciegos nadando allí. El sudor frío en la
espalda corre lentamente vomitando al de la frente, tic toc, tic toc.
Sigo buscándola, también el oído alerta de sus pasos, son chillidos, mas
bien crujen, tiemblan con el piso...
¡Encontré algo! Sus manos están frías, se anudan a las mías. Su aliento
me arde, me congela; su piel se hace mía, se hace hermosa, araña la suerte de
hacerse espada afilada al viento de un duro invierno, penetrándome,
penetrándome hasta fundirse en un circo insensible. Una lagrima salada,
caliente, abrasante, cuya ceniza nubla la mirada entre la tormenta... rueda
cruelmente en el rostro y se abandona al dolor.
Ya no busco a Dee dee, tic toc, tic toc, sí, ese tic toc se hace una
vida, se hace inmortal, se hace frágil, se hace viento, se hace circular y
vuelve...
Sí, esa sombra en la oscuridad me hizo el amor, le hice el amor, me
abrazó hacia sus fauces, abrió sus piernas y nací y morí. Acaricié su rostro
eterno, sin edad. Levité en sus muslos roídos de ausencia, e hice ocaso en su
pubis virgen bailando en el horror de su espíritu libre. Acarició mi rostro con
las yemas de sus dedos, marcando su dolor, trazándolo en cada rasgo. Después de
larga noche sin amanecer, prendió un pucho y fumó en la oscuridad, ahogándose
en cada pitada. Ya satisfechos, nos prometimos sin palabras encontrarnos en
cada noche, para sangrar el alma en cada encuentro (...) Con el mismo gesto
prometimos nunca mas separarnos aunque ya probándonos el uno al otro, lo
sabíamos desde un tiempo sin memoria...
Raspé mis muelas en el metal duro de su contextura, juega conmigo cruel
niña, saborea mis venas, degusta mi intimidad y hazte conocer...
¡La luz! Nunca estuvo apagada, y no me importa, estoy debajo de mi cama
tiritando el sudor frío, el miedo, el rencor...tic toc, tic toc, tic toc...
Ese sudor febril me congela al repetir mis palabras: juega conmigo cruel
niña saborea mis venas, degusta mi intimidad y hazte conocer como...soledad.
¡La soledad se hastió de estar sola y solamente jugamos a compartir
soledades!
“A los paranoicos de siempre”
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