miércoles, 21 de febrero de 2007



-El inconsciente subyugó y hubo fuego, sangre, muertes...
Ambiguo fiel del pecado en su mas puro estado, y seguidor y mártir de los desgraciados ¿Esa es mi voz de condenado?
¡Oh Dios! ¿Dios? Ni siquiera la soledad se apremia de mí, y... ¿Como Hacerlo? Si me encontré y me perdí en su lugar.
Todos esos seres repugnantes queriendo rescatarme, así, perdiendo toda fe de consolación (ni siquiera existen) y el clamor de felices llorando mi perdición ¡Ji, ji, ji! ¡Ja!
Me desgarro las carnes, ¡Me incendio! Y lo quiero así.
Se alimentaran de cerebros, a pedazos, exprimiendo mi corazón, y me cuentan historias de vigilias.
Hice daño solo para dañarme, quizá, los Ángeles no sean tan inteligentes ¡No importa, mientras pierden su pureza! Fui desplumando sus alas a tirones de rabia, me lloro la noche y lo escupo al sol.
Negar la existencia de esos seres alados me es imposible, ya que su pecado hizo carne la redención.
Tiernos, sensuales a la lujuria del mártir de los desesperados, anochece la noche del día anterior al mañana del idiota.
Voces, ¡Gritos!... Estoy aquí, aún sin saber porque resigné los delirios de la virgen casquivana – Ingenuo (todavía) (…)
Vaciándome los sesos conseguiré la muerte del insensato, etc.…
¡Dejen de gritar! Una leve reverberancia me escuchó, entrégate al infesto.
-¿Satán?
-¿Si, querido?
-¿Me quieres?
-Siempre fuiste mío
Asquerosas moscas revolotean mi cadáver ¿Luces? Y vi las de allá abajo, intermitentes para el buen paladar del catador de intolerancia.
Se definen el caos y el calvario, y muestran sus acechanzas constantes de vida.


Un niño cruel entre las sombras, vertiendo la sangre; labios salados de palabras, de quimeras.
Risas ¡Ja! ¡No me importa el verdugo del hombre! Ya andrajoso el cuerpo, el viento remueve el rostro. Observo al observador del observado ¿Son tan felices…?
Toda la soberbia, sí, para ver mejor, sí, son tan felices…
Los brazos congelan la piel para mugrientos destierros de poder, y calor ¡Ja! Que frío es el infierno.
Le deje ganar al farsante para la buena voluntad de la virgen (ego descontrolado) despiadado corazón, ángeles…
Sí, y vuelan, vuelan alrededor del marchito, crema de universo.
Música pueril, si, la escucho en todos lados ¡Y claro, las trompetas suenan de a siete! Las estaciones ya no son un problema, congelando al verano e incendiando al invierno. Acabado, transfigura el humo, me dice el incensario. Los cardos sexuales viven la hipócrita levedad del pecado, para ser desesperanzados del viento, áspero dulce el manjar. Pobres gentes, alguna vez creí en ellos, pobres gentes… Ignorantes del crimen tergiversal de las historias del polvo. Entierro las cenizas de un principio sin concluir, para saborear dulce la derrota del escudo protector.

La evolución del ángel es inminente, solo la costumbre hace aferrarme a las cosas banales del ciclo. Coincidirán las muertes con mi vida, y, a la de todos. ¡Humíllame! ¡Humíllame! Para morir tranquilo…
…Y lo grito desesperadamente a voces de fuego ¿Qué es la verdad? Hay oscuridad resplandeciente, ahí al final, los golpes no son tan sudorosos como el rojo -¿Dónde está la vida?